sábado, 6 de noviembre de 2010

A veces soy sólo un mamífero




Y entonces, contrariamente a lo que podría parecer, todo se vuelve muy complicado. Porque nadie tiene derecho a ser sólo un mamífero. Eso hay que ganárselo, a escondidas y a contracorriente. Y esos días en los que el mamífero se rebela y quiere tomar el poder a toda costa, y se agarra a los barrotes y grita, y amenaza, y rompe cosas, se vuelven un infierno. Porque una querría abrirle la jaula, porque una quiere al mamífero más que a nada en el mundo, porque la vida de una sería un anuncio por palabras si no fuera por el mamífero. Pero no puede ser. Lo primero que el mamífero haría al salir de su cárcel sería destrozar la vida de una. Una lo sabe.

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