El sábado estuve (con todos mis respetos para las demás) en la boda más linda a la que he ido nunca. Ni el frío montañés, ni mi flamante resfriado ni mi proverbial grima a las celebraciones familiares me impidieron sentir al señor amor campando alrededor y adueñándose de nuestras composturas.
Salud y larga vida, chicas!
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